Un guiri en Barcelona

domingo, noviembre 14, 2004

Un posible resumen de su vida

Nació el 9 de noviembre de 1967 en Oostende, una pequeña ciudad en la costa belga cuya población se multiplica por diez en el verano. Todavía no sabía que esa fecha es una fecha clave en la historia de Alemania. No sabía que ese mismo día del año 1938 había ocurrido la Kristallnacht. Tampoco sabía que ese mismo día del año 1989 iba a caer el muro de Berlín. Y no sabía que en aquel país iba a dejar el nido familiar definitivamente, es decir sin volver los fines de semana con la ropa sucia.

Le gustaban los números, tanto que en el año 1985 decidió estudiar informática en la universidad de Bruselas, entonces la única que la ofrecía. No quería seguir el ejemplo de su hermano mayor y estudiaba como un loco. Sabía que existía algo como el amor y el sexo pero no sabía muy bien cómo conseguirlo. Se enamoraba con facilidad, lo que le producía mucha infelicidad, porque no entendía las reglas del juego llamado "seducir". Sus amigos eran otros estudiantes que tampoco entendían las reglas. En cambio, entendía muy bien las reglas del juego "exámenes", así que los hacía con mucho éxito. Compró un libro sobre Nueva Zelanda, y luego otro sobre Canadá, porque pensaba que sólo en los países lejanos con poca población podía estar plenamente feliz. También descubrió su afición por las palabras. Antes de acabar los estudios, las palabras ya le gustaban más que los números. Encontró su nicho en la lingüística computacional.

El 1 de setiembre de 1989 se fue a vivir a Milán. Vivió tres semanas en el albergue juvenil. Se compró "El italiano sin esfuerzo", el libro y los cassettes. No conocía a nadie y se sentía muy solo. Encontró un piso que no le gustaba. Se sentó en la cama. Pensó: "Si ahora no estoy bien aquí, nunca lo estaré." Dos horas después se levantó, canceló el piso (perdiendo mucha pasta), canceló el trabajo y volvió a Bélgica.

El 1 de setiembre de 1990 se fue a vivir a Múnich. Vivió dos semanas en un hostal de la empresa. Se compró "El alemán sin esfuerzo", el libro y los cassettes. No conocía a nadie y se sentía muy solo. Pensó: "Si ahora no estoy bien aquí, nunca lo estaré. Pero no puedo volver otra vez a Bélgica como un fracasado, así que estoy damnificado a quedarme aquí." Conoció a otras personas del hostal. Le llevaron a un Stammtisch, un lugar donde se encontraban los estudiantes extranjeros todos los miércoles. Conoció a mucha gente. Los fines de semana exploraba los lagos de Baviera con sus nuevos amigos. Estaba feliz. Encontró un piso que le gustaba. Hizo un curso de alemán en el Goethe-Institut. En la primera lección el profesor pidió las primeras dos palabras que los estudiantes asociaban con Alemania. Él dijo "guerra" y "milagro económico". Otra estudiante dijo "alto" y "gordo". Se enamoró de ella al instante. Se sorprendió al ver que el interés era mútuo. Ya había tenido algunas experiencias en el campo, así que se inició el festival de las señales que los dos se echaban, algunas más claras que otras. El festival duró varias semanas. A partir del primer beso empezó el sufrimiento. Él estaba mucho más enganchado que ella. Él quería exprimirle su amor por él. Ella lo dejó. Él aprendió mucho. (Años después ella se iría a los Estados Unidos y se casaría con un estadounidense. Él fue a la boda, que se celebró en su ciudad natal de Madrid.)

Descubrió su interés por África. Viajó a Sudáfrica, Zimbabwe, Kenia, Tanzánia... En alguna playa de Sudáfrica hizo el mejor foto de su vida: un chiringuito que se llamaba "Macassar Beach Café". Miró las cascadas de Victoria durante horas sin cansarse. Subió el Mount Kenya y el Kilimanjaro con un grupo ecologista de Nairobi.

Descubrió muchas cosas más. Se ampliaban sus gustos de música. Empezó a interesarse por el cine. No conocía a ningún actor pero tampoco quería conocerlos. Prefería olvidar que los actores son actores. Se interesaba más por el personaje que por el actor que está detrás.

El 1 de setiembre de 1997 se fue a vivir a Barcelona. No compró "El español sin esfuerzo". Hizo un curso de castellano (los lunes y los miércoles) y otro de catalán (los martes y los jueves). Dejó el catalán porque odiaba a la profesora. En cambio, el curso de castellano le encantó. Había un ambiente mágico. Le gustaban las conversaciones picantes. Por eso mentía cuando le pedían su opinión. Como nadie sabía que estaba bromeando, se veía obligado a defender aquellas opiniones que no eran las suyas. Luego volvió su interés por el catalán y hizo otro curso. Ahora tiene un buen nivel de ambos idiomas, aunque falta mucho hasta llegar a la perfección. Todavía tiene un acento fuerte y a veces se desespera cuando no lo entienden. Y se enfada cuando lo toman por un turista y le contestan en inglés.