Un guiri en Barcelona

domingo, abril 24, 2005

Sant Jordi



Tenía cita a las once de la mañana con la acupunturista. Había pensado en regalarle una rosa, pero le daba vergüenza: "¿Qué podría pensar?" En el camino una mujer le acostó con una rosa en la mano. Dijo que no querría comprar nada, pero por su gran sorpresa ella le dijo que se la regalaba. Aceptó la rosa. Al cabo de tres segundos vio que la rosa llevaba el nombre de un partido político en lugar de la tradicional bandera catalana. Quitó el nombre del partido y al llegar a la acupunturista se la entregó.

Se fue a cortar el pelo al Cuarto Bee Gee. Hasta hace unos años el peluquero llevaba el pelo largo y parecía uno de los Bee Gees, en este caso un Bee Gee que había dejado la música para dedicarse a su verdadero vocación: la profesión de peluquero. Ahora, en cambio, lleva el pelo corto y se dedica a fumar y observar como su empleado les corta el pelo a los clientes. Le gusta llevar el pelo corto. Está ligeramente más guapo y sobre todo se siente mucho más fresco.

Fue a comer en uno de los pocos restaurantes donde se siente a gusto cuando está solo. Ensalada de frutos secos y seitán al curry. No tenía ningún periódico para esconderse, así que se dedicó a observar a los demás comensales. Muchas parejas que se hablaban en una voz más bien bajita. Algunas familias que se comunicaban a gritos. En una mesa había tres mujeres que habían dejado los niños con los ex maridos para poder comer juntos. Y finalmente en las mesas pequeñas algunos solitarios. En algún momento apareció una chica guapísima con una cara muy dulce. Parecía de otro mundo. Estaba buscando a alguien y desapareció al cabo de tres segundos.

Volvió a casa para deshacerse del abrigo. Le llamó su amiga de toda la vida. "Feliç Sant Jordi!!!" Quedaron para verse el domingo en la Festa de la Terra, donde el medio ambiente es la excusa perfecta para soltar el hippie que llevamos dentro. Cuando ella estaba embarazada él pensaba que la amistad cambiaría. La sorpresa es que el cambio fue por lo mejor. Tenía ganas de comunicarse más. Llamó a unas personas pero no consiguió comunicarse bien. El primer pequeño bajón del día. (Otros sábados ya está hundido a estas horas.)

Jugó al ajedrez durante unas tres horas.

Cuando los supermercados estaban a punto de cerrar, se dio prisa para comprar alimentos. En la caja le dieron una de las rosas que no habían vendido. Gracias Bonpreu. Le has salvado el día.

sábado, abril 16, 2005

Visita a Reunión


Reunión


Vio niñas en uniforme escolar desfilando con banderitas británicas. Estaban hablando en francés. Pensó en los misterios del colonialismo.

Llegaron a una isla no mucho más grande que el aeropuerto. Dejaron el equipaje en el hostal y se fueron al puerto: el barco para Reunión saldría en medio hora. No daba tiempo para volver al hostal para recoger las maletas, así que él quería quedarse en el hostal y coger el barco el día siguiente. Su padre, en cambio, quería irse ahora mismo. Incluso llevaba las cosas más importantes de su equipaje para poder ir a Reunión. Él se preguntó si su padre no necesitaba el resto de su equipaje que había dejado en el hostal.

Un empleado del puerto les dijo que para ir a Reunión tenían que coger el autobús y no el barco. Miró el mapa y, efectivamente, había otro aeropuerto en la isla misma de Reunión y al parecer habían llegado allí.

En el tren a Sant Cugat se preguntó si existiría aquella pequeña isla al lado de Reunión. Y si en Reunión había una ciudad del mismo nombre. Las respuestas son "no" y "no", respectivamente.

sábado, abril 02, 2005

Mi Buenos Aires querido



Hace unas semanas las estaciones de metro se llenaron de anuncios que parecían estar dirigidos a la gran comunidad argentina de Barcelona. No ha estado nunca en Buenos Aires, pero las muchas alabanzas, entre ellas las de Susana, cuyos tres amores lo incluyen, y las de su acupunturista china, que vivió 12 años allí, le han hecho pensar que debe ser el paraíso. Además, se imaginó cómo sería un anuncio para atraer los belgas a su país natal. Sonaría ridículo algo como "Mi Bruselas querido". En el caso de Buenos Aires, en cambio, parece el eslogan perfecto.

Ya lleva años así, porque se acuerda de un sueño agradable de hace unos dos años en la cual estuvo explorando las afueras de Buenos Aires en bicicleta.