Un guiri en Barcelona

jueves, marzo 16, 2006

Los cuatro gatos


Ayer presenté mi primer nacimiento en directo: Ronaldinha, la gata que vive aquí desde hace unas semanas, trajo al mundo tres gatos minúsculos. Los tres no se parecen en nada, lo que es normal porque tienen padres diferentes. Aunque nacieron juntos, los tres no son hermanos sino hermanastros. Menos mal que vivimos en una sociedad avanzada y laica donde este tipo de cosas se considera normal e incluso moderno. Antes Ronaldinha siempre me saludaba cuando llegaba a casa. Incluso nos esperaba para parir. No sabía que una gata pudiese gritar tanto. Ahora su mundo consiste en comer, descansar y cuidar a los pequeños. El mundo de los pequeños consiste en mamar, descansar y de vez en cuando intentar salir de la cesta para ver que hay por ahí fuera. En este momento no muestran ningún interés por los humanos con quienes comparten el piso, pero supongo que el interés de la madre ya volverá. En cuanto a los pequeños, ya veremos.



La semana pasada se murió Ali Farka Touré, uno de mis músicos favoritos. Evidentemente fue una sorpresa desagradable. Estoy acostumbrado a que se mueren los famosos, pero no los que adoro. Y no hay muchos famosos que adoro. Creo que no me había pasado desde que se murió hace unos años Johannes Kerkorrel, otro músico africano. No obstante, mucho más que tristeza, lo que siento es agradecimiento. Agradecimiento por la música que hizo y por los dos conciertos que vi. Apenas lo conocía cuando lo vi por primera vez en la Muffathalle en Múnich, hace unos diez años. Llevó uno de esos trajes tradicionales espectaculares. (Ya sabéis, los trajes a los que Eduardo Zaplana se refiere como disfraces, pero qué podemos esperar de un político tan gris y tan venenoso.) Se sentó en una silla y empezó a tocar la guitarra. Paz y magia. El público escuchó boquiabierto. Alguién subió al escenario para pegarle un billete de 20 marcos sobre la frente sudorosa. El tío sonrió y siguió tocando tan tranquilamente como antes.



Mi escritor favorito, J.M. Coetzee, en este caso ex africano, se naturalizó australiano hace dos semanas. Ya hace cuatro años que vive en Adelaida. La mayoría de sus novelas tienen lugar en Sudáfrica, un país donde hasta hace doce años tenían un sistema absurdo que llamaban apartheid. Un país violento, tanto antes como después, que da mucho por escribir. Su última novela tiene lugar en Australia, pero ahora el país ya no es protagonista sino sólo sirve de fondo. El año 2003 ganó el premio Nobel de literatura. Pensé que finalmente sería conocido por todo el mundo. Ahora me doy cuenta que no, que todavía somos cuatro gatos que lo leemos, y creo que no está mal así.