Un guiri en Barcelona

jueves, mayo 01, 2008

Bicilona


Desde hace un par de años los barcelonins y los turistas que pasan por la plaza de la Catedral tienen a su disposición un nuevo medio de transporte: el riksha.  En ciertas ciudades como Londres, cada uno se construye su riksha por su cuenta - algunos son unos auténticos obras de arte - y te espera a la salida de los teatros de Soho para llevarte a casa.  Aquí, en cambio, dado su diseño, su semejanza y su ubicación, parece que el sistema está montado por alguna empresa.  Supongo que está metido en el negocio una conocida cadena de tiendas de ropa.  Para los turistas es una manera interesante y original para ver el centro de la ciudad.  Para los demás es una alternativa para llegar a casa si las paradas de bicing están vacías.  Espero que se multipliquen y se impongan como alternativa ecólogica a los taxis.  Hoy al menos he visto uno a la altura de la Diagonal.



La calle Tuset tiene uno de los mejores carriles bici de la ciudad.  Está entre la acera y los coches y motos aparcados, así que en principio los ciclistas pueden pasar sin peligro de atropellar a nadie o ser atropellados por nadie.  Por desgracia, el carril también ha sido descubierto por conductores de ciertos vehículos como un lugar ideal para estacionar o aparcar, como en este caso la furgoneta de la empresa Marbres Empordà con la matrícula 3140 BPP.



Evidentemente, el mayor éxito de los últimos años en el ámbito de la bicicleta es el Bicing.  Puedes coger una bici en cualquiera de las cientas de estaciones y dejarla en cualquier otra.  Curiosamente es bastante difícil encontrar una bici en la zona alta y, si lo consigues, no es menos difícil encontrar un sitio libre para dejarla en el centro.  No es un sistema perfecto, pero creo que el ayuntamiento merece crédito por esta iniciativa.  Uno de los puntos positivos es que puedes consultar en la página web cuantas bicicletas disponibles hay en cada una de las estaciones, así que al salir de casa o de la oficina ya sabes a qué estación dirigirte.

jueves, marzo 16, 2006

Los cuatro gatos


Ayer presenté mi primer nacimiento en directo: Ronaldinha, la gata que vive aquí desde hace unas semanas, trajo al mundo tres gatos minúsculos. Los tres no se parecen en nada, lo que es normal porque tienen padres diferentes. Aunque nacieron juntos, los tres no son hermanos sino hermanastros. Menos mal que vivimos en una sociedad avanzada y laica donde este tipo de cosas se considera normal e incluso moderno. Antes Ronaldinha siempre me saludaba cuando llegaba a casa. Incluso nos esperaba para parir. No sabía que una gata pudiese gritar tanto. Ahora su mundo consiste en comer, descansar y cuidar a los pequeños. El mundo de los pequeños consiste en mamar, descansar y de vez en cuando intentar salir de la cesta para ver que hay por ahí fuera. En este momento no muestran ningún interés por los humanos con quienes comparten el piso, pero supongo que el interés de la madre ya volverá. En cuanto a los pequeños, ya veremos.



La semana pasada se murió Ali Farka Touré, uno de mis músicos favoritos. Evidentemente fue una sorpresa desagradable. Estoy acostumbrado a que se mueren los famosos, pero no los que adoro. Y no hay muchos famosos que adoro. Creo que no me había pasado desde que se murió hace unos años Johannes Kerkorrel, otro músico africano. No obstante, mucho más que tristeza, lo que siento es agradecimiento. Agradecimiento por la música que hizo y por los dos conciertos que vi. Apenas lo conocía cuando lo vi por primera vez en la Muffathalle en Múnich, hace unos diez años. Llevó uno de esos trajes tradicionales espectaculares. (Ya sabéis, los trajes a los que Eduardo Zaplana se refiere como disfraces, pero qué podemos esperar de un político tan gris y tan venenoso.) Se sentó en una silla y empezó a tocar la guitarra. Paz y magia. El público escuchó boquiabierto. Alguién subió al escenario para pegarle un billete de 20 marcos sobre la frente sudorosa. El tío sonrió y siguió tocando tan tranquilamente como antes.



Mi escritor favorito, J.M. Coetzee, en este caso ex africano, se naturalizó australiano hace dos semanas. Ya hace cuatro años que vive en Adelaida. La mayoría de sus novelas tienen lugar en Sudáfrica, un país donde hasta hace doce años tenían un sistema absurdo que llamaban apartheid. Un país violento, tanto antes como después, que da mucho por escribir. Su última novela tiene lugar en Australia, pero ahora el país ya no es protagonista sino sólo sirve de fondo. El año 2003 ganó el premio Nobel de literatura. Pensé que finalmente sería conocido por todo el mundo. Ahora me doy cuenta que no, que todavía somos cuatro gatos que lo leemos, y creo que no está mal así.

lunes, enero 23, 2006

Manías

Manías, costumbres, obsesiones y tics, a petición de Hanna B y de Poli:

1) Robar. Sólo con compañía (por la complicidad) y sólo si es moralmente aceptable (según mi moral, que no siempre coincide con la de los demás). Me encanta. En la colección hay varios bolígrafos, velas de té, un calzador y una bola de billar.

2) Sentarme para hacer pis. No lo aguanto si algún invitado no lo hace.

3) Contar las letras de las palabras que veo en la calle para averiguar si el número de letras es par o impar. Si es impar, identificar la letra central. Con los números de teléfono hago cosas similares, como por ejemplo comprobar si la suma de las cifras de la primera mitad y la suma de las de la segunda mitad son idénticos.

4) Ver por encima de las gafas y después a través de las gafas para disfrutar del contraste entre la vista borrosa y la vista nítida. Repetir este ejercicio unas 30 veces por minuto.

5) Acabar las novelas que leo, aunque me aburran como una patata fría. Me pasa sobre todo con las que abusan de los adjetivos.

A ver si las personas siguientes tienen un tic más ridículo que mi número 4:


lunes, enero 09, 2006

Un futuro brillante


Cuando estoy enfermo mi voz suena diferente. Suena mejor. No resuena dentro de la cabeza. Me entiendo mejor. Me entienden mejor.

Una etapa se está acabando. Por lo tanto otra empezará. Me llena una mezcla de tristeza y esperanza. Habrá una chica. Habrá un curso que me ayudará a cambiar mi camino. Quizás incluso un cambio geográfico. En momentos de soledad involuntaria me dedicaré a la literatura y a solucionar sudokus.

Echo de menos mi lengua materna. Sobre todo como la hablan en las noticias y como nadie la habla en la calle. Leeré las novelas de las jóvenes promesas Annelies Verbeke (1976) y Saskia De Coster (1976).

martes, diciembre 27, 2005

El tres de enteros


Como se puede ver en la foto, el tres de enteros siempre se aparta de la manada, tanto en Kenia como en Barcelona. Así lo quiere el Universo. Cuando llegamos tarde para ver la jam session en el bar que lleva el nombre del gran pedo que hizo nacer este mismo universo, decidimos jugar al billar. Como querían cerrar el bar, sólo nos dejaron jugar dos partidas, así que al principio de la tercera partida, nos la fastidiaron metiendo las bolas con las manos. Les dije, con mi diplomacia innata, que tenían toda la razón del mundo, pero que al menos podían tener el detalle de devolverle al contrabajo los 1,5 euros que había pagado. Seguramente no conocían a la cantante, porque se atrevieron a negarse, así que ella metió las bolas restantes en su bolso. El guitarrista, el más joven pero también el más pacífico del grupo, consiguió convencer a la cantante de devolver las bolas. Pero a mí me molaba el número que nos estábamos montando, y como ya se habían acabado las buenas relaciones entre los dueños del bar y los músicos, decidí acabarlas bien. ¿Decidí? No, el Universo lo decidió en mi lugar, porque yo nací con cara de inocente y cuando el tres de enteros se me acercaba mientras todo el mundo estaba mirando a la cantante, no me pude resistir. Ahora el tres de enteros vive felizmente en la estanteria de la casa Roger The Flower, lejos de las demás bolas con sus números y rayas tan imperfectos.

jueves, diciembre 22, 2005

Pisco sour


Especialidad de la casa Roger The Flower: el pisco sour malhecho. Se exprime unos cuantos limones, se echa azúcar blanco en el zumo, se echa hielo triturado, la clara de un huevo y un buen chorro de pisco. Se recomienda triturar el hielo con una máquina especializada y no con un martillo de uso general. Se agita como un loco y se sirve una copa para cada uno. Se llega más fácilmente al deseado estado de embriaguez si se toma con el estómago vacío, por lo que se recomienda tomarlo como aperitivo, por ejemplo mientras se está preparando la comida. El día siguiente se presume de la embriaguez extrema del día anterior con las palabras siguientes:

¡Vaya pedo que nos agarramos ayer con el pisco sour!

Y todo esto sin sufrir los efectos indeseados de la resaca, porque no duele ni la cabeza, ni el estómago, ni nada. Sólo duele el malestar por algún pequeño comentario que hubieras preferido no hacer y algún otro comentario que prefieres que no te hubieran hecho. O algo así.

viernes, diciembre 09, 2005

El patio


Desayuno a la hora de comer con vistas al patio interior. Me gustaría que me echara la gota en el ojo, pero creo que ahora no es el momento idóneo. Al otro lado del patio, un 33 está fumando y mirándome. Por encima del 33 dos palabras que no consigo identificar. ¿Poble Sec? ¿Polar Bear? Creo que ninguno de los dos. Tira la colilla al patio interior y desaparece del balcón. Menos mal que el patio interior no es un parque natural. Me echo la gota a mí mismo y lo consigo en el segundo intento. Me preparo otra tostada con margarina, pavo y cebollitas. Aparece otro hombre en el balcón de enfrente. (¿El hijo? ¿El novio?) Comprueba si la toalla está seca y la recoge. Vuelve a aparecer el chico en el balcón de al lado. Ahora lleva un gorro con triángulos azules y blancos. Golpea una alfombra contra las rejas del balcón. (¿Se están peleando?) En el primer balcón vuelve a aparecer el mismo chico, ahora sin gorro, para fumar y tomar un café. En lugar de mirar el patio, se sienta en una silla. Por la postura de la cabeza deduzco que está leyendo. Su peinado y su forma de vestir también me hacen pensar que es el intelectual de la casa. La ventana del segundo balcón se vuelve a abrir. Aparece un hombre para tomar un café con vistas al patio. Creo que es el hombre 33, pero apenas lo reconozco porque ahora lleva un jersey. Después del café otro cigarro. Resulta que el hombre del jersey no es el 33. Ya son tres. Apuesto por un piso compartido. El jersey y el 33 podrían ser una pareja. El intelectual da patadas al suelo con el pie izquierdo. Está escuchando música, leyendo y fumando al mismo tiempo. Otro tópico sobre los hombres que podemos tachar de la lista.